Amanecía, en el bosque. Los pájaros pequeños, los primeros en despertar, salían a buscar su alimento. Los gorriones machos peleando por sus hembras, las hembras buscando pequeños gusanitos para alimentar su cría, las crías, con sus picos muy abiertos, a gritos, reclamaban su comida. De pronto, el cazador levantó su arma y cuidadosamente le apuntó a la hembra. La hembra cayó y el bosque se silenció. Los pichones, con hambre, también hicieron silencio. Fue un duelo total, las hojas de los árboles dejaron de agitarse, las ramas detuvieron su ejercicio matinal, el río se detuvo en la pendiente, el bosque, todo, que conoce el dolor y el temor, al cazador o al hachero, quedó inmóvil y dejó de crecer. El cazador muy contento volvió sobre sus pasos, en un tropiezo, en un hoyo cayó, en la caída perdió el arma. Cuando comenzó a pedir auxilio todo el bosque revivió, los gritos, los graznidos, los chillidos, el rumor del agua, el viento en los árboles, todos volvieron a tener sonido y con ello taparon los gritos de cazador. Algunos de los pájaros, los más osados, se acercaron al pozo a contemplar al cazador y oír como su voz se iba apagando, por el esfuerzo hasta quedar en una ronquera, que nadie entendía lo que decía. Los pájaros siguieron con su vida: los machos peleando por sus hembras, las hembras recogiendo gusanitos para alimentar a sus pichones y a los pichones de los demás.
Mario Beer-Sheva
Gracias por visitar el oscuro desván de mi memoria y por tu comentario.
ResponderEliminarSaludos!
Que blog tan delicado y lleno de ternura, plasmado en bellos poémas....muy acogedor .... gracias por compartir este maravilloso mundo virtual....en el cual hé encontrado personas maravillosas....
ResponderEliminarun gran abrazo desde Chile
besos.
Soy un enamorado del amor,te espero
ResponderEliminarpor mi blog
pensamientospoemas de Mario Beer-Sheva