Nació en Sala Capriasca (Suiza) el 29 de Mayo de 1893, fue la tercera de los hijos que tuvieron los Storni. Su familia era propietaria de una cervecería y oriundos de Argentina donde años más tarde volvieron a su patria, su madre dio clases a domicilio y su padre puso en café suizo en Rosario. Alfonsina antes de dedicarse a su poesías ayudó a su padre como mesonera, cosa que no le gustaba, se independizó encontró trabajo como actriz recorrió varias provincias en una gira teatral. También llegó a ejercer de maestra donde escribió sus poesías y algunas obras de teatro. Sus letras son feministas, buscaba en ella la igualdad entre el hombre y la mujer, y según la crítica con una originalidad que cambio el sentido de las letras de Latinoamérica, otros dividen su obra en dos partes, una de corte romántico tratando el tema desde el punto de vista erótico y sensual mostrando resentimiento hacia la figura del hombre. Perteneciente al movimiento postmodernismo, donde se reflejan los miedos, el dolor, las sensaciones y el final de su vida debido a la enfermedad que le acompañó gran parte de su vida. Ya que no puso voluntad para poder recuperarse del cáncer de mama que padeció, descartando los tratamientos. Se vincula a dos revistas literarias, Mundo Rosarino y Monos y Monadas. Allí aparecen sus poemas durante todo ese año, y si bien no hay testimonio de ellos, sí sabemos de otros publicados al año siguiente en Mundo Argentino, y que tienen resonancias hispánicas. También en 1918 Alfonsina recibe una medalla de miembro del Comité Argentino Pro Hogar de los Huérfanos Belgas. Alfonsina intervino en la creación de la Sociedad Argentina de Escritores y su participación en el gremialismo literario fue intensa. En 1928 viajó a España en compañía de la actriz Blanca de la Vega, y repitió su viaje en 1931, en compañía de su hijo. En la Peña del café Tortoni conoció a Federico García Lorca, durante la permanencia del poeta en Buenos Aires entre octubre de 1933 y febrero de 1934. Le dedicó un poema, «Retrato de García Lorca», publicado luego en Mundo de siete pozos (1934). Allí dice: «Irrumpe un griego /por sus ojos distantes (…). Salta su garganta /hacia afuera /pidiendo /la navaja lunada /aguas filosas (…). Dejad volar la cabeza, /la cabeza sola /herida de hondas marinas /negras…». Su último poema “ Voy a dormir” que envió al diario la Nación era su despedida y decía:
Dientes de flores, cofia de rocío, manos de hierbas, tú, nodriza fina, tenme puestas las sábanas terrosas y el edredón de musgos escardados. Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame. Ponme una lámpara a la cabecera, una constelación, la que te guste, todas son buenas; bájala un poquito .Déjame sola: oyes romper los brotes, te acuna un pie celeste desde arriba y un pájaro te traza unos compases para que te olvides. Gracias... Ah, un encargo, si él llama nuevamente por teléfono le dices que no insista, que he salido..."
Se suicidó en Mar de Plata (Argentina) el 25 de octubre del 1938, la encontraron en la playa dos obreros, yacía en el agua flotando uno de ellos dió la voz de alarma el otro se arrojó al mar, pero ya estaba sin vida la poetisa.
ANTOLOGÍA POÉTICA
ALMA DESNUDA
Soy un alma desnuda en estos versos,
Alma desnuda que angustiada y sola
Va dejando sus pétalos dispersos.
Alma que puede ser una amapola,
Que puede ser un lirio, una violeta,
Un peñasco, una selva y una ola.
Alma que como el viento vaga inquieta
Y ruge cuando está sobre los mares,
Y duerme dulcemente en una grieta.
Alma que adora sobre sus altares,
Dioses que no se bajan a cegarla;
Alma que no conoce valladares.
Alma que fuera fácil dominarla
Con sólo un corazón que se partiera
Para en su sangre cálida regarla.
Alma que cuando está en la primavera
Dice al invierno que demora: vuelve,
Caiga tu nieve sobre la pradera.
Alma que cuando nieva se disuelve
En tristezas, clamando por las rosas
Con que la primavera nos envuelve.
Alma que a ratos suelta mariposas
A campo abierto, sin fijar distancia,
Y les dice: libad sobre las cosas.
Alma que ha de morir de una fragancia
De un suspiro, de un verso en que se ruega,
Sin perder, a poderlo, su elegancia.
Alma que nada sabe y todo niega
Y negando lo bueno el bien propicia
Porque es negando como más se entrega.
Alma que suele haber como delicia
Palpar las almas, despreciar la huella,
Y sentir en la mano una caricia.
Alma que siempre disconforme de ella,
Como los vientos vaga, corre y gira;
Alma que sangra y sin cesar delira
Por ser el buque en marcha de la estrella.
DOLOR
Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar.
Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
como una romana,
para concordar con las grandes olas,
y las rocas muertas
y las anchas playas que ciñen el mar.
Con el paso lento, y los ojos fríos
y la boca muda, dejarme llevar;
ver cómo se rompen las olas azules
contra los granitos y no parpadear;
ver cómo las aves rapaces se comen
los peces pequeños y no despertar;
pensar que pudieran las frágiles barcas hundirse
en las aguas y no suspirar;
ver que se adelanta,
la garganta al aire,
el hombre más bello, no desear amar...
Perder la mirada,
distraídamente, perderla y que nunca
la vuelva a encontrar: y,
figura erguida, entre cielo y playa,
sentirme el olvido perenne del mar.
LA CARICIA PERDIDA
Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos...
En el viento, al pasar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida ¿quién la recogerá?
Pude amar esta noche con piedad infinita,
pude amar al primero que acertara a llegar.
Nadie llega.
Están solos los floridos senderos.
La caricia perdida, rodará... rodará...
Si en los ojos te besan esta noche,
viajero, si estremece las ramas un dulce suspirar,
si te oprime los dedos una mano pequeña
que te toma y te deja, que te logra y se va.
Si no ves esa mano,
ni esa boca que besa,
si es el aire quien teje la ilusión de besar,
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,
en el viento fundida, ¿me reconocerás?
YO EN EL FONDO DEL MAR
En el fondo del mar hay una casa de cristal.
A una avenida de madréporas da.
Un gran pez de oro, a las cinco, me viene a saludar.
Me trae un rojo ramo de flores de coral.
Duermo en una cama un poco más azul que el mar.
Un pulpo me hace guiños a través del cristal.
En el bosque verde que me circunda
—din don... din dan—
se balancean y cantan
las sirenas de nácar verdemar.
Y sobre mi cabeza arden,
en el crepúsculo,
las erizadas puntas del mar.
RETRATO DE GARCÍA LORCA
Buscando raíces de alas
la frente
se le desplaza
a derecha e izquierda.
Y sobre el remolino
de la cara
se le fija,
telón del más allá,
comba y ancha.
Una alimaña
le grita en la nariz
que intenta aplastársele
enfurecida...
Irrumpe un griego
por sus ojos distantes.
Un griego
que sofocan de enredaderas
las colinas andaluzas
de sus pómulos
y el valle trémulo
de su boca.
Salta su garganta
hacia afuera
pidiendo
la navaja lunada
de aguas filosas.
Cortádsela.
De norte a sur.
De este a oeste.
Dejad volar la cabeza,
la cabeza sola,
herida de ondas marinas
negras...
Y de caracolas de sátiro
que le caen
como campánulas
en la cara
de máscara antigua.
Apagadle
la voz de madera,
cavernosa,
arrebujada
en las catacumbas nasales.
Libradlo de ella,
y de sus brazos dulces,
y de su cuerpo terroso.
Forzadle sólo,
antes de lanzarlo
al espacio,
el arco de las cejas
hasta hacerlos puentes
del Atlántico,
del Pacífico...
Por donde los ojos,
navíos extraviados,
circulen sin puertos
ni orillas...
PAZ
Vamos hacia los árboles... el sueño
Se hará en nosotros por virtud celeste.
Vamos hacia los árboles; la noche
Nos será blanda, la tristeza leve.
Vamos hacia los árboles, el alma
Adormecida de perfume agreste.
Pero calla, no hables, sé piadoso;
No despiertes los pájaros que duermen.
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Rosana